viernes, 30 de diciembre de 2011

Tres

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Si la rabia ciega, el dolor afila la conciencia, 
aunque una pena continuada pueda despojarla 
de su última verdad.
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jueves, 29 de diciembre de 2011

Un misterio

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Aquella señora que acude a desayunar se ha sentido de pronto atraída por uno de sus clientes habituales. Como si la sonrisa sofisticada, aunque de pocas luces de ella, hubiera encontrado perfecta réplica en el gesto adusto y la inteligencia afilada de él. De igual modo, el señor en cuestión lleva días experimentando una profunda nostalgia por esa sonrisa inexplicable. Así las cosas, es muy probable que antes de atreverse a ir más allá, ambos se dediquen a conocerse y a buscar argumentos de peso: él por motivos obvios, ella por justificar ante sus amigas una predilección tan poco comprensible, además de impropia. Lo que ambos ignoran -en cualquier caso- es que ese arraigado sentimiento mutuo no variará ni un ápice, otro misterio mayúsculo, durante los próximos cinco años en que sigan tratándose, ya sea en los encuentros fugaces en el bar de siempre antes de dirigirse al trabajo, ya durante las conversaciones algo más sostenidas que entablen por la noche cada vez que su pasión se lo permita. Sólo cuando la relación llegue al equinoccio del sexto año, habrán aprendido a mantenerse en el filo de un extraño equilibrio. Aunque todavía no lo sepamos, es muy posible que a partir de entonces el señor melancólico de esta historia se sienta atraído súbitamente por aquella otra señora también estupenda, que decían nuestros padres; la que justo ahora parece estar mirándolo con descaro y arrobo a un tiempo, tampoco sabemos por qué. 
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miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Para cuándo una respuesta?

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¿Cuál es la raíz de todo? 
¿Por qué este en concreto
y no ese otro,
o el de más allá?
¿Hay alguien que lo sepa?
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El cómo y el dónde 
se escapan
sin conciencia.
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¿Cuál es la raíz de todo? ¿Por qué este en concreto y no ese otro, o el de más allá? 
¿Alguien lo sabe? 
El cómo y el dónde se escapan inconscientes.
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* El acrílico es de Lola Valls, y lleva por título "La prueba". 
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FELICES FIESTAS A TODOS LOS VISITANTES DE ESTA BITÁCORA CON LA CABEZA A PÁJAROS, O A SUEÑOS...
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sábado, 17 de diciembre de 2011

La mujer que no era

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La mujer que no era ni una cosa ni la otra solía llevarme la contraria como si yo representara todo cuanto no quería que fuese. Inmersa en esas incertidumbres rocambolescas, la mujer que sin ser tampoco me dejaba ser, ni siquiera una pizca, se deshacía en elogios cada vez que me encontraba meditabundo, lo que aumentaba mi enfado y perplejidad, sumiéndome en un mar de dudas muy desagradable. Una tarde soleada en que me sentía yo más fuerte de lo normal, le dije a la mujer que no sería que me dejara en paz, pero tras cinco minutos de imposible discusión, caí en la cuenta de que sólo había estado peleándome con la señora que siempre había sido, cuando lo que yo precisaba era enfrentarme a la mujer de mis sueños, quien no estaba presente entonces y ya no digamos dispuesta a cambiar. De modo que aquí me tienen, convertido de forma irreversible en el hombre con ser pero sin mujer, aunque siga tan deprimido como siempre.
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viernes, 16 de diciembre de 2011

Dos

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Frente al estratega del espíritu, el escéptico del corazón. Mientras el primero suele confiar ciegamente en el optimismo racionalista, el segundo se limita a dar por sentado que nada se asienta. Ni siquiera la voluntad.
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lunes, 12 de diciembre de 2011

Puro tecnicismo

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Ese señor con buena presencia nacido a mediados del siglo pasado de sonrisa arrebatadora, y ello sin tener que renunciar a dar muestras de carácter siempre que la situación lo requiera; ese mismo que todas las mañanas saluda al portero de su casa con gesto amable o a la viejecita del segundo cuando se la cruza, y que más de una vez ha tenido que sostener la pesada puerta de acceso al edificio para que el perrito de lanas de la anciana de lanas no sufriera ningún percance; ese caballero de aspecto corriente y hasta un punto vulgar, de acuerdo con la segunda acepción del DRAE, esto es, «común o general, por contraposición a especial técnico»; ese que justo ahora se rasca la oreja y se mide el perfil del estómago frente al espejo, con ganas de meterse en la ducha e irse a trabajar; ese en fin que duda entre desayunar un pastelillo de cabello de ángel o una taza de café negro con su correspondiente zumo de naranja, y no ese otro greñudo y con el ceño fruncido que ha enfilado el pasillo en dirección al baño dando un portazo, un misterio de hombre ese tipo, acaba de descubrir con fastidio que no tiene entidad suficiente para convertirse en el protagonista absoluto de esta historia especial.
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* La ilustración es obra de Veronica Leonetti, de su bitácora La muerte del espejo.
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viernes, 9 de diciembre de 2011

El butacón verde

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Siempre que el señor de zapatillas a cuadros y recortado bigote se sienta en el butacón verde de orejas puntiagudas que hay en la esquina, comprueba cómo una ausencia muy grande lo abraza primero hasta que termina por embargarlo, momento en que una pena de igual tamaño le encoge el ánimo. Entonces suele llorar a moco tendido un rato, aunque al final se duerma acunado en sus propios hipidos. De igual modo, siempre que su esposa cruza el umbral para sentarse en su butacón verde querido, experimenta, ineludiblemente, cómo una alegría enorme va abriéndose paso a la inversa: esto es, de adentro afuera, aunque también de afuera adentro, y le hinche el pecho luego, que, colmado de gozo, tiembla, pues nada la consuela tanto como ver llorar a ese señor de las zapatillas a cuadros, ese hombre descompuesto de bigote recortado, con las orejas en punta y el alma verde de un diablo, ese con sentimientos esquinados de puro falsos. Su asesino amado.
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martes, 6 de diciembre de 2011

Principio de contradicción

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Un hombre sabe que ama a una mujer pero se siente incapaz de declarársele. Esa mujer desafortunada lleva largo tiempo infeliz, aun cuando ella lo atribuya a que no consigue aprobar su carné de conducir, que se ha empeñado en sacar enseguida, más allá de que sienta pavor, y hasta un indudable rechazo, por los coches que circulan impasibles día y noche por delante de su casa. El hombre que ama y desama a la mujer que desea y rechaza el carné de conducir lleva enamorado más de siete meses, sumido en las delicias de su tortura, aunque esta misma mañana ha decidido ponerle fin, no sabemos todavía si a su amor o a su tormento. En cuanto la vea salir del edificio, piensa invitarla a dar un paseo en coche. Hace tan sólo veinte minutos que espera y desespera aparcado frente a su puerta.
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"Ahora podría llamarle una mujer que él ama 
y que no se atreve a amarle si no es con largos intervalos de tortura (...)".
Giorgio Manganelli, "6", Centuria, Cien breves novelas-río, 
Anagrama, Barcelona, 2011, p. 18.
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jueves, 1 de diciembre de 2011

Los empecinados

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Un hombre sueña todas las noches y todos los días sin interrupción durante un mes entero, como si le hubiera picado la mosca tse-tse. De modo que sólo le quedan unas pocas horas de vigilia, durante las cuales permanece con la mirada ausente, absorbido por una especie de duermevela perpetua, tal como si lo hubiesen condenado al sueño más dulce, el de la asepsia.

Al otro lado del tabique, una mujer permanece despierta día y noche sin descanso ni sosiego ni nada que se le parezca. Lleva así los mismos días que el hombre durmiente, pero nadie diría que su falta de sueño se ha cebado en su rostro, que conserva una extraña belleza, ni que vaya a morir de puro desvelada, como en efecto ocurrirá si no encuentra pronto una fórmula que le permita descansar de sí misma y de su empecinamiento monstruoso.


Sucede que ese bello durmiente y ese desvelo de mujer, siempre alerta, se cruzaron un día como hoy hace un mes, de camino al hotel en donde ambos, al parecer, siguen pernoctando todavía, esperemos que por mucho tiempo... Ojalá puedan comerse juntos unas perdices siquiera.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"