lunes, 3 de abril de 2017

Cuatrocientos cuarenta y seis

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La tranquilidad de no dirigirnos a ninguna parte. 
De estar confi(n)adamente perdidos.
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domingo, 2 de abril de 2017

sábado, 1 de abril de 2017

Cuatrocientos cuarenta y cuatro

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La seguridad del fracaso te libera de falsas promesas. A fin de cuentas, todo triunfo es perecedero.
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lunes, 27 de marzo de 2017

Cuatrocientos cuarenta y tres

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Hay quien gestiona su corazón con el mismo celo que pone a diario en su bolsillo. Con parecido rencor.
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Cuatrocientos cuarenta y dos

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Ser subjetivamente objetivos. Y conformarnos con ello.
Aceptar de una vez que no podremos aspirar a otra cosa. 
Objetivamente hablando.

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domingo, 26 de marzo de 2017

sábado, 25 de marzo de 2017

miércoles, 22 de marzo de 2017

martes, 21 de marzo de 2017

Cuatrocientos treinta y siete

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La madurez nos vacía de circunstancias espurias. Si tenemos la fortuna de envejecer bien.
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lunes, 20 de marzo de 2017

sábado, 18 de marzo de 2017

viernes, 17 de marzo de 2017

Cuatrocientos treinta y cuatro

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La distancia que hay de la realidad al lenguaje empleado hoy en día para describirla probablemente sea la misma que separa lo ilusorio de la postverdad.
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jueves, 16 de marzo de 2017

miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuatrocientos treinta y dos

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Todo verdadero amor es provisional. Así pues, de acuerdo con el DLE, "se hace, se halla o se tiene temporalmente".
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lunes, 13 de marzo de 2017

Cuatrocientos treinta y uno

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La querencia de querer siempre lo mejor, ¿acaso nos hace mejores? ¿No debería, cuando menos, mejorarnos?

domingo, 12 de marzo de 2017

Cuatrocientos treinta

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Ciertas oportunidades nos salen al paso sin pedir permiso, arrumbando con todo, arrumbándonos.
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jueves, 9 de marzo de 2017

Cuatrocientos veintinueve

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El hombre se muestra, en el mejor de los casos, como una bestia con ángel. Otras veces, sin embargo, apenas logra distinguirse de un ángel embrutecido.
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miércoles, 8 de marzo de 2017

sábado, 4 de marzo de 2017

lunes, 27 de febrero de 2017

domingo, 26 de febrero de 2017

Ironías, de Ramón Eder


Aforismos plenos

Este volumen pone a disposición de los lectores todos los aforismos que ha ido cosechando hasta la fecha el refinado ingenio de Ramón Eder, género al que ha llegado tras escribir poesía y narrativa, como si su preferencia actual por esta distancia breve lo hubiera recompensado convirtiéndolo en uno de sus mejores cultivadores. Dice Carlos Marzal en el prólogo que «al aforista, más que un pensamiento original, le reclamamos la originalidad de que piense por él mismo, de que tenga un punto de vista propio sobre los asuntos terrenales», pues está convencido, y no le falta razón, de que estos sujetos no son filósofos, sino «paseantes con capacidad de juicio», lo que contribuye a que leamos este libro como una especie de dietario.

Dividido en tres partes, las dos primeras (La vida ondulante y Aire de comedia) se corresponden con los títulos y la disposición en apartados de otros volúmenes anteriores. Cabe destacar cómo a partir de la segunda parte introduce una clasificación distinta, consistente en agrupar los aforismos de forma seriada como si fueran capítulos, lo que acaso le sirva al autor para señalar más fácilmente su fecha, tal como esperaríamos de la lectura de un diario, al tiempo que nos permite seguir el hilo y el avance de sus pensamientos. En este sentido, la tercera y última parte, titulada Aforismos del Bidasoa, prescinde por completo de la anterior ordenación en apartados, para apiñar las distintas piezas (“frases”, en expresión del autor) en 21 episodios. El título general con que ahora los reúne, al margen de coincidir con la denominación de una de las secciones de La vida ondulante, da perfecta cuenta del tono y de la levedad de su escritura. De hecho, el humor suave que supone el empleo de la ironía está muy presente en una concepción del género que no rehúye la ambición ni la hondura de las piezas.
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Como resultaría inútil parafrasear sin finura el sentido de sus composiciones, prefiero destacar, de entre las muchas brillantes que contiene, unas cuantas que me parecen memorables: «Uno nunca se arrepiente de haber sido feliz»; «La transgresión siempre merece un castigo, o un premio»; «La familia es una maquinaria atroz si no es el espacio del perdón»; «Toda idea brillante es una mera simplificación»; «Nuestras pasiones son grandes actrices»; «Que odien ellos»; «En los textos muy largos siempre falta algo»; o «Yo escribo desde el “yo” para no irme por las ramas del “yo no he sido”». Aquí son frecuentes los aforismos en los que el uso capital de la paradoja se resuelve mediante la asunción de cierto estoicismo de fondo. Pero, de igual modo, me parecen lúcidos otros aforismos que entresaco al vuelo: «El primer amor suele ser el segundo o el tercero»; «Sólo es escritor el que consigue escribir algo memorable», o bien «La experiencia nos enseña que somos incorregibles». De su lectura se desprende cómo en ellos la ligereza y la profundidad se combinan entre sí hasta ensamblarlos a la perfección. 

Pero no sólo nos permite este volumen asistir a la evolución de sus pensamientos como si éstos nos salieran al paso, por cuanto el estilo de Ramón Eder suele atesorar verdades de todo tipo, ya sean cotidianas, políticas, metaliterarias, ya amatorias o estéticas, sin necesidad de recurrir al empleo desdeñoso y antipático de lo excesivamente contundente. Aparte de pergeñar aforismos sobre lo divino y lo humano, dedica unas cuantas piezas a sus escritores de cabecera en una de las series que incluye Relámpagos. En concreto, menciona a Cioran, Jaime Gil de Biedma, Nietzsche, Lichtenberg, Pío Baroja, Josep Pla o al aforista colombiano Nicolás Gómez Dávila, en un homenaje sentido, al margen de que no siempre se muestren ellos partidarios del pensamiento irónico que Eder prefiere, y que acaso siga cultivando en próximas entregas.

A través de sus páginas, por último, y dando comienzo a las distintas partes, o incluso al principio de varios apartados, el autor nos ofrece destilada su propia reflexión en torno al género, resultado de un largo y aquilatado cultivo. «Perfección formal, agudeza, lucidez, ironía y gracia −nos revela− son algunas de las características que salvan al género aforístico. Si no, se cae en la tonta ingeniosidad, en las meras ocurrencias o en la estéril grandilocuencia». Mucho bueno hay, y en grandes proporciones, en esta recopilación que no pueden dejar de leer quienes aprecien el aforismo, la mejor literatura, pues Ramón Eder es uno de sus cultivadores más acertados y exigentes.

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*Esta reseña ha sido publicada en Quimera, número 399, correspondiente al mes de febrero del 2017. 
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miércoles, 22 de febrero de 2017

Cuatrocientos veintiuno


Hay que aprender a percibir la sustancia de lo que acontece alrededor, también de los sucesos que nos hieren, para entender algo de la vida. Siquiera un poco.


lunes, 20 de febrero de 2017

Cuatrocientos veinte

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"El bienestar no existe", decía Josep Pla. "Y la felicidad, menos aún", zanjaba convencido. Él supo, en cualquier caso, disfrutar de la soledad como pocos.
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domingo, 19 de febrero de 2017

Cuatrocientos diecinueve

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Autocrítica:
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1.) Al crítico le disgusta tanto no reseñar lo que quisiera como lo contrario. 
2.) Al crítico amateur le cuesta asumir la crítica de los otros. 
3.) El buen crítico debe aprender a guardar silencio, mal que le pese.
4.) Toda crítica (también la favorable) es susceptible de crispar los egos ajenos.
5.) Sé crítico y te amarán como mereces.

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domingo, 12 de febrero de 2017

miércoles, 1 de febrero de 2017

martes, 31 de enero de 2017

Cuatrocientos once

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Optar siempre por la bondad de la inteligencia, por ahuyentar del corazón la malvada estupidez. 
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domingo, 29 de enero de 2017

Cuatrocientos nueve

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¿De dónde nace la sensación de estar empezando algo distinto? No haberlo alumbrado aún y, sin embargo, sentir su empuje.
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viernes, 27 de enero de 2017

Cuatrocientos siete

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Según las ciencias económicas, no somos más que baratijas en un mercado de saldos.
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miércoles, 25 de enero de 2017

martes, 24 de enero de 2017

miércoles, 18 de enero de 2017

Cuatrocientos dos

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Los futuros más audaces se construyen mediante el ejercicio de atemperar en la debida proporción nuestros deseos. (O la cuadratura del círculo.)
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"