sábado, 3 de mayo de 2014

viernes, 25 de abril de 2014

Por si se va la luz, de Lara Moreno



A oscuras

Esta es la primera novela de una autora que ya tiene en su haber libros de cuentos y de poesía, además de un atractivo blog, Guarda tu amor humano, donde publica con frecuencia excelentes fotos, y sus prosas breves y poemas. Por si se va la luz nos sitúa, desde el mismo arranque, en una atmósfera de incertidumbre y malestar que irá agradándose a medida que avance la trama, hasta concluir de forma abrupta e inesperada en un epílogo no menos violento. Se compone de dos partes: invierno y verano, separadas por una elipsis con la que prescinde de la bonanza de la primavera, y una coda final igual de extrema y trepidante que las secciones anteriores; como si todo ello respondiera al estado de necesidad y lucha en que se encuentran los personajes. Si algo pudiera concluirse de la lectura de esta narración sería que tanto en el arte como en la vida, avanzamos a oscuras.

Nadia y Martín son una pareja todavía joven y sin hijos que decide mudarse a un pueblo semiabandonado, lejos de todo progreso, para recuperar las riendas de su vida y, sobre todo, poner freno al cúmulo de angustias y desvelos que el mundo civilizado no ha conseguido atemperar. En esta mudanza que es a un tiempo una desposesión material y una purgación interior, Nadia, una artista reconocida en su pequeño círculo de amigos y colegas escultores, lo deja todo y accede a ir en pos de Martín, acaso el más hastiado de los dos; con la esperanza inevitable de que esta huida de la urbe suponga para ambos una nueva oportunidad.

En este pueblo, que una misteriosa organización les asigna para vivir, solo habitan tres solitarios más. La existencia de dos de ellos, Elena y Damián, ya casi ancianos, gira en torno de sus pequeñas rutinas diarias, sin mayores pretensiones que seguir adelante y hallar sentido a sus quehaceres, y alcanzar cierta felicidad a la medida de sus pequeñas vidas; otra de las lecciones de esta novela en que los viejos tienen aún mucho que enseñar a los jóvenes. Elena se comporta como una bruja buena, o bien como un demonio egoísta, pero más allá de las apariencias y sus modos bruscos, lo cierto es que la comunidad que forman se alimenta y sobrevive gracias a su crianza de animales de corral, y a sus habilidades como curandera, en una especie de vuelta súbita de todos ellos a una economía de trueque y de ayuda mutua, de subsistencia.



De hecho, Elena salvará a Nadia de unas fiebres terribles, y también al viejo Damián, de la misma manera que Nadia brindará su compañía y atenciones velando, cuando sea preciso, la enfermedad del anciano. Por su parte, Martín será guiado por Enrique en su adaptación inicial, al tiempo que este, dueño del único bar abierto y de una biblioteca secreta que hará las delicias de Nadia, gozará en todo momento de la compañía que estos jóvenes recién llegados le ofrezcan, aún con el misterio, las esperanzas y el entusiasmo juvenil casi intacto. Y sin embargo, con el tiempo se establecerá, de forma natural, una serie de afinidades y rechazos entre ellos, modificando, y enturbiando en ocasiones, antiguas relaciones que hasta entonces se habían conservado. Es el caso de Elena y Damián, cuya amistad se enfría con la aparición de Nadia. Semejante revuelo provoca también el regreso de Ivana, esta vez acompañada por Zhenia, quizá los dos personajes más libres de la novela junto con Martín, quien experimenta en su transcurso un giro de ciento ochenta grados, pues ambas han aprendido a esperar poco de los demás, o sólo cuanto les conviene, y a bastarse a sí mismas, aunque Ivana, llegado el momento, cambiará al encariñarse de la niña Zhenia.

La prosa delicada de esta autora, sustentada a base de pensamientos apenas esbozados e imágenes de una fuerte carga connotativa, con un lenguaje rico y asombrosamente elástico, nos muestra poco a poco las interioridades y recelos de estos personajes, mientras va trenzándose entre ellos un tapiz de afectos y desafectos cada vez más evidentes (los diversos capítulos narrados en primera persona o en estilo indirecto libre redundan en este sentido). O descubren, perplejos, que ese mundo alzado con escasos pobladores y la supuesta protección de una organización, puede venirse abajo –también- de la noche a la mañana, tras entrever la muerte anunciada de los dos viejos, verdaderos pilares de esta pequeña sociedad, o la súbita desaparición de esos desconocidos a quienes proclamaron sus salvadores; momento terrorífico en el que el anhelado y glorioso futuro se extingue sin más. Y entonces, sí, ya no hay luz ni amor ni amistad que valga.

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* Esta reseña ha aparecido en la revista Quimera, número 365, correspondiente al mes de abril del 2014. 

domingo, 20 de abril de 2014

Ciento sesenta y cuatro

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La tecnología confraterniza y revitaliza en la misma medida en que relativiza y vampiriza.
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sábado, 12 de abril de 2014

viernes, 11 de abril de 2014

miércoles, 9 de abril de 2014

martes, 8 de abril de 2014

martes, 1 de abril de 2014

Revista Narrativas

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Muy agradecida a Carlos Manzano por invitarme a publicar en su revista Narrativas, número 33, abril-junio, de nuevo cargada de diversa literatura (informes, relatos, entrevistas, reseñas...). La última vez que aparecí en ella lo hice con un micro. En esta ocasión colaboro con un relato (aunque muy breve). Os copio el enlace. 

sábado, 29 de marzo de 2014

Ciento cincuenta y siete

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Sentirse completo como abrazo de árbol, 
mientras los dedos echan raíces, y las ojas tiemblan.
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jueves, 27 de marzo de 2014

domingo, 23 de marzo de 2014

Ciento cincuenta y cuatro

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Solo hay que distanciarse lo justo de uno mismo
para volvernos fantasmales, profundamente monstruosos.
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sábado, 22 de marzo de 2014

lunes, 17 de marzo de 2014

Ciento cincuenta y dos

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 La verdad, cuando es pura y simple, apenas convence.*


* O lo que es igual: sólo nos seducen las apariencias; 
la versión más edulcorada y atractiva de un hecho; 
a menudo, su última actualización. Poco importa que 
sea algo improvisada si resulta coherente u ofrece 
una regurgitación adecuada del asunto, más 
o menos fiel. Al cabo, toda apariencia de realidad 
se habrá impuesto si ha sido capaz de cosechar por 
sí misma cierto aplomo, el consabido aplauso social. 
Eso sí: con el fin de que no se malogre, es preciso
que mantengamos en lo posible la transpiración y la 
textura del buen maquillaje, aquel que veamos 
que aguanta mejor según la ocasión.



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domingo, 16 de marzo de 2014

Ciento cincuenta y uno

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El exceso de perspicacia a unos espanta (y a otros, repugna) 
toda vez que suele descifrar no pocas verdades.
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viernes, 14 de marzo de 2014

Ciento cincuenta

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El infierno son los otros que se agolpan (y agazapan) en mí.
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jueves, 13 de marzo de 2014

Ciento cuarenta y nueve

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Todos somos huérfanos de quienes, en circunstancias radicalmente distintas, habríamos sido gustosos. 
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lunes, 10 de marzo de 2014

El vagabundo

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«Resulta molesto que esta niña pase siempre tan cerca y no me diga nada. Finge ir a lo suyo pero me mira por el rabillo del ojo cada vez».

Lleva el mismo sombrero de ala de entonces, de 30 años atrás. ¿Cómo es posible que todavía me acuerde de él? Vivía donde mis padres.

«Oye, tú. Sí, tú. Ven, que te quiero decir una cosa. Ven, bonita, que seguro que nunca has visto una como esta. Te la voy a enseñar si te acercas, vente a mi lado y siéntate conmigo».

Sigue igual: sombrero de ala ancha como si fuera un vaquero desahuciado, con su botella de litro y los pantalones raídos. Claro que ahora parece inofensivo.

«Ven, te digo. Corre, siéntate conmigo. ¿Cuántos años tienes? ¿12? ¿Has visto alguna vez una como esta? No tengas miedo, cógela».

Y yo lo veo ahora y me sigo acordando. El mismo tipo borracho sentado en un banco. De nuevo a tiro para mejor tropezarse

«Imbécil. Es usted un cerdo, un maldito idiota imbécil». 

Mudo por fin.
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sábado, 8 de marzo de 2014

(Sin título)

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Vientos huracanados me
elevan del suelo en tardes 
como esta. En sueños
traslado memorias de hueso 
maraña.
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* La acuarela es obra de la pintora Lola Valls

martes, 4 de marzo de 2014

sábado, 1 de marzo de 2014

Fisuras en el aire, de Araceli Esteves

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Vidas extrañas
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Con este primer libro, Araceli Esteves irrumpe en el mundo del microrrelato, aunque no somos pocos los que frecuentamos su blog, El pasado que me espera, dedicado íntegramente al género. En el prólogo, Flavia Company nos advierte que “trabaja con gran acierto un humor particular, de carácter sintético; una fantástica capacidad de observación y una no menos fantástica capacidad de fabulación”; atributos necesarios –sobre todo, los dos últimos- en cualquier narrador que se precie, habida cuenta de que el cultivo del micro no debe limitarse, como a veces ocurre en los concursos, a ofrecer una exhibición de ingenio y humor.
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Aun cuando sea frecuente encontrar en estas piezas la comicidad y el absurdo propio de ciertas situaciones cotidianas, tampoco resulta extraño ver cómo emerge en ellas lo sorprendente, en un vuelco inesperado de la realidad, si bien la autora introduce sus fisuras con un temple y una sorna que hará disfrutar al lector. No en balde, posee una rara habilidad para alternar en sus piezas lo real y lo fantástico como si habitaran un territorio común, sin posibilidad alguna de disociarlos. El título, asimismo, da cuenta de la naturaleza de su contenido: un conjunto de microrrelatos acerca de los más diversos temas, entre los que destacan las relaciones de pareja, el trabajo, la madre, el paso y el peso del tiempo y, en general, el sinsentido de la vida; sujetos a una variedad de tonos y tratamientos. Así, aparecen escritos ya en primera persona ya en tercera, con un sesgo irónico, trágico o dramático; lo que redunda en la capacidad proteica del género, de naturaleza profundamente versátil, cualidad que los críticos no han dejado de señalar.
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La extensión media de los textos suele abarcar una página, aunque sobresalgan los de mayor concisión y desnudez, con un punto de laconismo; en mi opinión, los textos más logrados, ya que cuanto más concisa se muestra la autora en su escritura, más agudas y afiladas se tornan sus tramas. Así pues, destacan piezas como “El pasado que me espera”, “Motín”, o “Nuestra casa”, donde se describe, a partir de la sucesión de una serie de oraciones negativas, lo que para la narradora todavía constituye su hogar, aun cuando su experiencia se empeñe en demostrarle justo lo contrario. En otro texto, “Amantis”, se alude de forma simultánea, en feliz correspondencia, a la figura del hombre menguante y a la descripción sutil de un orgasmo femenino. Y en “Amor fugaz”, de corte irónico, la pasión que nace con el sol, se pone de improviso con las primeras sombras del atardecer. Mientras que en “El terrible drama de Rodrigo”, uno de los más disparatados del conjunto, nos relata la biografía cruel de un amnésico, del que afirma al final: «Cuando llegaron los niños del colegio, rompió a llorar. Él, que ni siquiera tenía ojos». (p. 56). Junto a los microrrelatos citados, de tono sucinto y elíptico, despuntan también otros de mayor desarrollo narrativo: “Náufrago con suerte”, “La nueva casa”, “Fisura”, “Pequeñas miserias” o “Viaje interestelar”, por ejemplo.
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De igual modo, la autora homenajea a clásicos de la narrativa brevísima como Max Aub, y sus crímenes ejemplares, o Chuang Tzu, con su pieza maestra protagonizada por una mariposa, a partir de la elaboración de variaciones de estos mismos motivos. Hacia el final del libro se intuye el inicio de una senda hipnótica y poderosa en estos relatos, cobrando la elipsis, el ingenio y el laconismo un papel creciente, y dotando a sus creaciones de un halo de misterio. En definitiva, los micros de Araceli Esteves combinan la utopía y el humor, así como la crítica social y el absurdo, en un acercamiento a la realidad a través de la concisión que no puede dejar indiferente al lector interesado. 
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* La reseña ha aparecido en el número de marzo de la revista Quimera.
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jueves, 27 de febrero de 2014

martes, 25 de febrero de 2014

Ciento cuarenta y cinco

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Los amores felices se caracterizan por no precisar 
jamás de ningún reconocimiento.
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jueves, 20 de febrero de 2014

Berlín 2014

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Ya estoy de nuevo en Berlín. Después de instalarnos, he revisado el contenido de unas cajas que dejé allí ex profeso cuando regresamos a Barcelona. Son tres recipientes de tamaños distintos. Abro la primera, veo un sobre grande y blanco, le doy la vuelta y leo, escrito de mi puño y letra en una de sus esquinas: "Al tiempo le gusta brujulear como si estuviera encerrado en un reloj ingrávido". Seguía estando conforme: a mí me agrada especialmente la ingravidez de esta ciudad.
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lunes, 10 de febrero de 2014

Un continente precipitado

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Bastaba cerrar los ojos para vislumbrar la trama en la que mi casa era escenario y sustancia de cuanto me constituía; y yo, un continente irremediablemente contenido, a salvo -o eso creí- de cualquier borrasca inoportuna. Esta vez, no obstante, el sueño mostró las baldosas del cuarto de baño abriéndose raudas al baño del cuarto, como el dique que franquea sus compuertas sin estorbo, mientras una cantinela de pesadilla transpiraba entre bostezos su pequeño ahogo cotidiano. Me acomodé mejor la almohada. Seguí durmiendo.
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miércoles, 5 de febrero de 2014

La música de las sirenas, ed. de Javier Perucho

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Contenta de formar parte de esta antología sirenóloga, a cargo del editor mexicano Javier Perucho

Con Lilian Elphick, Diego Muñoz Valenzuela, Juan Epple, Juan Romagnoli, Sandra Bianchi


Isabel Mellado, Susana Camps Perarnau, Ginés Cutillas, Fermín López Costero, Antonio Serrano Cueto, Nana Rodríguez, Ana María Shua, Raúl Brasca, Daniel Ávila y otros muchos.



martes, 4 de febrero de 2014

Ciento cuarenta y cuatro

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Los asuntos del alma, incluso los dichosos, 
se ven siempre con aprensión.
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viernes, 31 de enero de 2014

La más cruel de las certezas, de Mario Pérez Antolín

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Decir sintiendo
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Tras la publicación de Profanación del poder (2011), este nuevo libro de aforismos, cuyo título alude a la muerte, es la segunda de las tres entregas que ha previsto el autor. Ambos comparten el empeño de criticar el poder y su ejercicio, además de un sinfín de reflexiones sobre la condición humana. En el volumen inicial de la trilogía, donde reúne aforismos, microensayos y poemas, junto a varias reflexiones en torno al cultivo del género aforístico, al que el autor desemboca desde la poesía, se anuncia su concepción del género: «Escribo filosofía; doy testimonio de mi ruina sin inmutarme»; o bien: «Hay maneras y maneras de anunciar el desastre: prefiero la que más se acerque a la hiperrealidad» (p. 48).  
            
Si en aquella primera incursión en el aforismo ponía de manifiesto su interés por diversos asuntos relacionados con el espíritu: ya se tratara de cuestiones más o menos abstractas, como la inspiración, el ansia de poder, el éxito y el fracaso; ya de pasiones netamente humanas, como la vanidad o, por el contrario, la capacidad de resistencia, entre otras; en el nuevo libro ahonda en esta misma senda de exploración del alma humana, y de cuanto la concierne, convencido de que en épocas de incertidumbre el pensamiento aforístico se revela crucial.
            
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Esta vez, sin embargo, el libro parece alimentarse de una interesante aportación: la que supone introducir el uso de la ficción narrativa; un recurso del que ya se hacía eco el profesor José Ramón González en su Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología (1980-2012), y de la que Pérez Antolín se aprovecha de igual modo: «Entre la pregnancia de lo real y lo ideal alambicado hay una hienda por la que se cuela la ficción, adoptando formas sagradas o profanas. Este relleno lubricante facilita el deslizamiento de los bloques titánicos de racionalidad» (p. 138). No podemos estar más de acuerdo con el autor, aparte de ser un hecho que cuando se remonta a las esferas celestes de la abstracción resulta, en ocasiones, algo retórico y alambicado; mientras que cuando desciende al terreno de lo real manifiesto, sin necesidad de pecar de anecdótico, parece mucho más certero, llevando a buen puerto el desarrollo de su elucubración.
            
La variedad de temas convierte este libro en una miscelánea de saberes y sentires que no duda en ofrecer desde la adopción de géneros diversos. Para ello, junto al aforismo y cierta narración que acerca sus textos al microrrelato sin dejar de ser microensayos narrativos, Pérez Antolín recurre al poema reflexivo, aunque más a menudo redondee sus pensamientos dentro de las hechuras del microensayo libérrimo de Montaigne, y que más tarde cultivaría Goethe, bajo la apariencia de ‘escritos de ocasión’.
            
En este sentido, Victoria Camps no duda en señalar lo siguiente: «Merece la pena detenerse en las ocurrencias que encierra este libro y dejarse interpelar por ellas» (p. 8). También el propio autor lo destaca en sus páginas como una posible poética del género: «En estas notas escribo lo primero que se me ocurre, cuando menos me lo espero y dando al resultado la menor importancia posible» (p. 16). Así, en lugar de ser un defecto, esta escritura de circunstancias se revela todo un acierto. «Has de ser menos elocuente para parecer convincente. La superioridad intelectual nos hace perder credibilidad emocional» (p. 26), comenta. Y, sin embargo, comparado con su anterior libro, en estas páginas creo que desarrolla un estilo más pulcro y llano que casa muy bien con cuanto quiere transmitir. No en vano, al finalizar su lectura nos queda la impresión de haber recorrido un momento decisivo de nuestro tiempo: el que atañe a la primera década del siglo XXI, tan sobrepasado ya de por sí, con tantísimos frentes abiertos que el autor no deja de abordar.
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* Esta reseña ha aparecido publicada en la revista de literatura Quimera del mes de enero.
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sábado, 18 de enero de 2014

jueves, 16 de enero de 2014

Ciento cuarenta y uno

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El medio moldea el mensaje a su imagen y semejanza. 
.................El medio nos hace masaje.
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miércoles, 15 de enero de 2014

Ciento cuarenta

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En las redes sociales cualquiera 
se convierte en exégeta 
de su propia mendicidad.
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martes, 14 de enero de 2014

viernes, 10 de enero de 2014

Ciento treinta y ocho

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 Cuando una esperanza madura, 
 hay un punto en que desespera.
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lunes, 6 de enero de 2014

Ciento treinta y siete

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Los Reyes Magos son los niños.
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Cortesía de Franz Frichard, alter ego peZqueñín de Ricardo Ranz.
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Ciento treinta y seis

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El superyó nos tiene, las más de las veces, 
capitidisminuidos y acogotados.
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viernes, 3 de enero de 2014

Ciento treinta y cinco

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El amedrentamiento es el recurso 
que emplean para medrar quienes 
confían ciegamente en su talento.
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Hay quien amedrenta 
con el extraño fin de captar 
la benevolencia del amedrentado.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"