jueves, 24 de abril de 2008

El otro


Después de levantarse a la misma hora de siempre, fue vistiéndose con gestos automáticos. Primero se puso las zapatillas, luego el batín, y sólo cuando hubo anudado el cinturón, se encaminó medio dormido hacia el cuarto de baño. Situado al fondo de un largo y tortuoso pasillo, a mano derecha, mientras se dirigía hacia él con la parsimonia de todas las mañanas, sintió que tenía el cuerpo revuelto, pero no pudo averiguar si su incomodidad procedía de la boca del estómago o, más bien, de sus adentros.

Le bastó verse en el espejo para descubrir que ese señor que había enfrente no era él. Tras reconocer el susto reflejado en los ojos del otro, se asustó él también. Gritó, o quizá gritara el otro primero, no lo sabía a ciencia cierta, pero en cualquier caso fue un grito lo bastante ensordecedor como para desparramarse, insolente, por el estrecho hueco del patio de la escalera. Más de uno se estremeció al oírlo.

Cuando a la mañana siguiente el vecino del sexto B le preguntó en el vestíbulo si se había encontrado indispuesto, el otro dijo por toda respuesta que se había sentido algo mal pero que, gracias a Dios, ya se encontraba mucho mejor.

lunes, 21 de abril de 2008

Basta lo suficiente

Se miraron, se sonrieron, y ya no necesitaron más para caer enamorados hasta los tuétanos, es decir, "hasta lo más íntimo o profundo de la parte física o moral del hombre", según aclaración del DRAE leída por la pareja una tarde de lluvia y besos destilados a resguardo.

Si bien les bastó unas décimas de segundo para intuir el tumulto que se les venía encima, necesitaron toda una vida y parte de la eternidad para explorar los infinitos giros, saltos y recovecos que dicha pasión les tenía reservada.

De lo que descubrieron acerca de este espinoso asunto, mejor no hablar.

viernes, 18 de abril de 2008

La gallina escritora

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El escritor inquieto tenía que entregar antes de que finalizara la mañana la cuenta de resultados del mes anterior, pero no lograba concentrarse en los cálculos. Un ansia de creación irresistible le recorría el cuerpo por entero, impidiéndole el desarrollo de su cometido: como si se tratara de una pobre gallina impaciente por poner un huevo.
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Una gallina que hacía números en lugar de revolotear por el corral a sus anchas, y que recibía desde hacía tiempo las amonestaciones de un gallo desdeñoso y de unos compañeros de trabajo más interesados en exhibir sus plumas de pavo real que del buen funcionamiento de la empresa.
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Como no había modo humano de poner el ansiado huevo, la gallina escritora se dispuso a liquidar, con la mayor diligencia posible, las sumas y restas pertinentes. Pero de nada sirvieron sus desvelos. Al gallo le bastó verificar su esterilidad para apartarla del grupo y relegarla al cuidado de los polluelos. Ya sólo aspira a donar su cuerpo para que, en el mejor de los casos, elaboren con los despojos un buen caldo jugoso.
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lunes, 14 de abril de 2008

Homo neanderthalensis

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Aun cuando su rostro denote el cansancio de varias horas seguidas de parto, esta mujer de aspecto frágil y delicado, todavía joven, no se da por vencida. Sus rasgos son armoniosos, y aunque su mirada se haya vuelto vidriosa, las mejillas luzcan sonrojadas y las manos temblorosas por el esfuerzo continuado, su belleza permanece intacta. Desde el principio, no ha cejado un segundo en su empeño por dar a luz esa vida que se resiste a nacer.

Cuando lo consiga, un bebé "pelirrojo, de ojos hundidos y esqueleto robusto, arcos supraorbitarios resaltados, frente baja e inclinada, rostro prominente, mandíbulas sin mentón y gran capacidad craneal", según recogen las mejores enciclopedias al uso, romperá a llorar desconsolado, con un llanto crudo, desgarrador y primigenio a un tiempo, ante la estupefacción de la matrona y el personal sanitario, pues ese niño del pasado ha venido al mundo para convertirse, de golpe y porrazo, en nuestro futuro más inmediato.
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Niño neandertal. Foto de Ph. Plailly y Atelier Daynes, procedente del diario El País

jueves, 10 de abril de 2008

Pisos Cortázar


Estaba leyendo con absoluta entrega "Continuidad de los parques" cuando sonó el teléfono en la habitación contigua:
-¿Dígame?
-Buenos días, señor Pérez López. Le habla el servicio automático Pisos Cortázar. En nuestra campaña de promoción, ha sido usted seleccionado para pasar un fin de semana con los gastos pagados en cualquiera de los pisos Cortázar, que a continuación pasamos a relacionar. Con el objetivo de que usted pueda disfrutar, a solas o con los suyos, de tan insólita oferta, disponemos de un amplio catálogo de patios, torres, villas, terrenos, naves, obra nueva, lofts, masías, estudios, áticos, locales, solares, chalets, bajos, habitaciones y lonjas. De seguir interesado, pulse usted la tecla 1 tras oír la señal.
Pero el escuchador ha marcado el cero.
- Su selección ha sido guardada. Tenga en cuenta que la oferta no es acumulable. Así pues, el próximo fin de semana del 26 al 27 de abril le tendremos reservada una habitación con vistas a un hermoso parque. El dormitorio cuenta con baño, televisión y un saloncito de lectura. Si lo precisa, también puede hacer uso de nuestro servicio de catering a partir de media tarde. Pisos Cortázar le garantiza, asimismo, una total discreción con el empeño de ofrecerle un descanso seguro. Deseándole una feliz estancia en Pisos Cortázar, reciba usted nuestra más cordial enhorabuena.

domingo, 6 de abril de 2008

Primeras palabras

El bebé yergue temerario la cabeza, mira con ojos desorbitados los rostros bobalicones de pura satisfacción de papá y mamá, y se decide por fin: “ma-ma-ma-ma-pa-pa-pa-pa”.

Quizá pudiera resumirse la historia de la humanidad en esos torpes balbuceos. Jamás otros sonidos contuvieron en el curso de los siglos, ni lo cosecharán siquiera en venideros, tanta verdad.

El caso

Aunque la policía tacharía aquel caso de insólito, en realidad se trataba de un suceso trivial: la chica se empeñaba en apretar el paso, pero sólo conseguía con ello estar cada vez más cerca. Su insistencia en perseguirme por delante terminó siendo mortal.

viernes, 4 de abril de 2008

El abrazo


Cuando se fundieron en aquel abrazo, ninguno de los dos podía creérselo. Justo después de convertirse en un ser hermafrodita empezaron los terribles dolores de cabeza.
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Al placer, le sucedió el miedo y hasta algún arrebato de pánico. Superada la fase inicial de exploración del cuerpo ajeno, en adelante propio, llegó el turno a las interioridades, al descubrimiento íntimo del otro.
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No hubo nada que hacer. Fue inevitable. Desde entonces, ya no se quieren en absoluto.

La escultura es de Igor Mitoraj.

miércoles, 2 de abril de 2008

Una inclinación como otra cualquiera

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Al tipo aquel le había fascinado desde siempre meterse bajo tierra a la menor ocasión. O, al menos, esa impresión transmitía. Más de una vez, cuando niño, incluso se había hecho imprescindible la intervención de las autoridades para rescatarlo de algún barranco a vida o muerte.

Durante un invierno especialmente gélido, hacía ya bastantes años, corrieron rumores acerca de su persona sobre extraños accidentes que habían tenido lugar en depresiones, hoyos, túneles, cuevas y algún sótano de los alrededores. Nadie se explicaba, tampoco él mismo, a qué podía responder ese gusto manifiesto, casi imperioso, por permanecer escondido a toda costa. Al parecer, lo que más le gustaba era encerrarse en casa meses enteros sin ningún motivo, yacer medio embozado, a salvo de las miradas furtivas y recelosas de la gente, emboscado de la realidad.

Tras muchos años, sigue en las mismas. Quizá la única diferencia destacable consista en haber radicalizado sus gustos con la edad. No en balde, su fascinación hasta límites indescriptibles por la noche, la oscuridad, el silencio, y las sepulturas ha ido en aumento. En muy poco tiempo se ha vuelto, además, insufrible; ya sólo tolera, de hecho, la compañía de su fiel y amante esposa, la Condesa de Drácula.
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domingo, 30 de marzo de 2008

(En mi Bitácora secreta...

...os tengo una
pequeña sorpresa...
...Galardón
... Blog Brillante)

sábado, 29 de marzo de 2008

Breve compendio de la historia del hombre

A mediados del siglo XXI, cuando la presencia de los robots en la vida diaria del hombre posinternético todavía era una entelequia, los científicos más brillantes establecieron, sin solución de continuidad, la siguiente secuencia evolutiva:
Célula->pez->anfibio->reptil->mamífero->mono antropomorfo->hombre->humanoide.

Hoy, decenas de siglos más tarde, a punto de despedirnos de un siglo terrible e indigno, amén de espantoso y deleznable, y deseosos de iniciar un ILVII distinto, más próspero e inteligente, resulta cuando menos intrigante comprobar cómo aquellos seres endebles de siglos pretéritos no fueron capaces de prever siquiera nuestra implacable y paulatina involución de homo roboticus a homo reptilis.

Tras lustros de ensayos clínicos con resultados fiables, los neurocientíficos pseudohumanizados auguran para el infrahumano que está a punto de alumbrar el nuevo siglo un desplome absoluto y desolador.

En la actualidad, la secuencia evolutiva de nuestra especie se muestra, pues, como sigue:
Célula->pez->anfibio->reptil->mamífero->mono antropomorfo->hombre->humanoide->reptil.

Después de siglos de lenta y dolorosa deshumanización, tal vez nos hallemos a las puertas de su mismo exterminio. De seguir así, es probable que el pronóstico inmediato, todavía reservado, nos lance, en caída libre, a un vacío sideral auspiciado por la propia muerte, tan benigna siempre.
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viernes, 28 de marzo de 2008

Yo, el verdadero

Vale que el escritor llevase una mala racha desde hacía meses, que no tuviera nada lúcido que contar, falto de inspiración, del más mínimo consuelo; pero aquel suicidio había sobrepasado con creces todas las previsiones, sospechas y rumores que circulaban en torno a su crisis de creatividad.

Arropado en el lecho de muerte, el cadáver sostenía un papel arrugado en el puño izquierdo. El inspector jefe de policía pudo leer las siguientes líneas:

"Toda mi obra es un maldito plagio del otro. Escribo lo que me dicta alguien que desconozco y que, por supuesto, no soy yo. Alguien que se alimenta de mis experiencias y reflexiones, que me roba mis sueños más secretos, que hasta se acuesta con mi mujer. El otro me ha usurpado la vida sin que yo me quejara ni una sola vez.
Yo, el verdadero, tan sólo soy un impostor, un pobre diablo.
No podía soportarlo más tiempo. Disculpen mi debilidad de tantos años."

viernes, 21 de marzo de 2008

La literatura o la vida

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El escritor metódico buscaba por todos los medios convertir en literatura cualquier atisbo de vida que cayera en sus manos. Tanto se acostumbró a realizar estos trasvases, que hasta llegó a desarrollar un sexto sentido en el que su cuerpo hacía las veces de órgano principal. De este modo, si veía una película que le agradaba, su organismo captaba la información de interés como lo haría una antena al absorber las ondas electromagnéticas; si hacía sol o llovía, auscultaba el exterior con la precisión de un termómetro; si estaba disgustado, se lanzaba a escribir prosa satírica; si en cambio se levantaba omnisciente o soñador, le venían a la cabeza, respectivamente, versos ditirámbicos o alejandrinos divididos en dos hemistiquios, según la ocasión.

Escribía, en suma, con el empeño secreto de dar vuelo a una vida que adivinaba demasiado aburrida. O tal vez, lo hiciera, no estaba muy seguro, para ahuyentar la muerte. O quizá, sencillamente, para ganarse el aprecio y el respeto de sus conciudadanos. En realidad, no tenía la menor idea de por qué escribía. Por lo general, el atribulado escritor solía espantar la cuestión de un simple manotazo, aunque otras veces no era capaz de alejar de sí ni siquiera el vuelo rasante de una mosca.

Aquella mañana era justo uno de esos días; el bendito escritor andaba, pues, tristón, con el ánimo alicaído. Una duda le rondaba la cabeza de manera insidiosa: de ser cierto que escribía para vivir mejor, y de ahí la necesidad de trasladar al papel cualquier aliento vital, ¿qué sentido tenía, entonces, convertir esa ganancia en nuevo desvelo? A lo mejor resultaba que escribía por pura necesidad, por un extraño amor a la literatura. ¿O sería a la vida?

miércoles, 19 de marzo de 2008

El tiempo

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En realidad, poco puede hacerse para no sentirlo.

Uno puede irse a nadar
a correr
a comer
a soñar
pero al cabo
deberá detenerse. Y entonces,
si está verdaderamente dispuesto
sentirá
mal que le pese,
sus pasitos pasos,
una y otra vez
muy despacio
yendo y viniendo
de acá para allá
de arriba abajo
y vuelta a empezar:
boca arriba
boca abajo
mal que le pese
sus pasitos pasos
sentirá
a veces, acelerados
armoniosos, las menos
huidizos, las más.

Sólo a ratos
si se concentra
logrará
acompasarlos
cuesta arriba
con el sol que se esconde
cuesta abajo
con la luna que asciende.

Pero sólo a ratos,
o en sueños.
En realidad, poco puede hacerse.

Esta entrada la saqué ayer en mi otro blog (Punto y seguido). Dado que ejerce de bitácora secreta, pensé que no le iría mal aparecer por duplicado, como si se tratara de un eco -o un bucle- en el tiempo...

martes, 11 de marzo de 2008

Sujeto a la tierra

Aquel eremita vivía retirado del mundanal ruido, que diría Fray Luis de León; dispuesto a purgar las pasiones del mundo que lo mantenían sujeto a la tierra, con el fin de poder ascender a un estado superior de comunicación con Dios, fuera de toda carnalidad perentoria y ruin.

Una pequeña lacra obstaculizaba, sin embargo, la consecución de tan ansiado logro: el pobre ermitaño no aparentaba ser ni especialmente joven ni especialmente viejo, ni muy alto ni muy bajo, ni demasiado gordo ni demasiado flaco. En puridad, tanta medianía empezaba a resultar un verdadero fastidio.

De natural contentadizo, al tercer mes de purgación se dio por vencido. No le quedó más remedio. El mismo Dios en persona no vacilaría en desahuciarlo cuando le llegase su hora. Y todo, por falta de ambición.

jueves, 6 de marzo de 2008

Volatineros

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Cuando el payaso se decidió por fin e hizo acopio de todas sus fuerzas para dedicarle una tímida sonrisa a Gilda, la bella amazona, ésta se la devolvió por cortesía, como era natural que ocurriera, pero sin dejar de tener puestos sus pensamientos en el trapecista; fascinada como estaba ante aquel doble salto mortal que su amado solía ejecutar cada tarde, hubiera o no función.
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El acróbata, por su parte, sólo tenía ojos para los saltos y cabriolas de "La niña del trapecio", según él, "ligera como un ángel", aunque es preciso decir que, por aquel entonces, ignoraba la costumbre de la joven de visitar tras los ensayos, y por espacio de media hora, al domador de leones, un austríaco de largos bigotes enroscados, seducido hasta la médula por el bueno de Pierrot, quien andaba, a la sazón, enamorado perdido de la Luna.
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De este modo, mientras los habitantes del Circo "La Gran Ilusión" muestran cada noche bajo la carpa sus diferentes habilidades y ejercicios, harto complicados; la rueda de la fortuna que es la pista permite a estos saltimbanquis alimentar sus propios anhelos en los ojos esperanzadores de los niños, quienes, desde tiempos inmemoriales, abarrotan las gradas a cambio de unas risotadas.

jueves, 28 de febrero de 2008

El desmemoriado, 4

De pequeño podía vérsele, cada mañana a la hora del desayuno, pintando con sus lápices Alpino hermosos paisajes de horizontes infinitos, para orgullo de su madre. Hacia los siete u ocho años de edad, se acostumbró a salir todos los veranos a primera hora de la tarde a cazar mariposas con sus amigos o a lanzar piedras en el estanque, con el secreto afán de creerse invencible por un día.

Allá por la adolescencia, cuando alcanzó por fin los catorce, se enamoró perdidamente de su profesora de literatura. A los dieciséis le ocurrió lo mismo con su profesora de matemáticas. A los diecisiete, le tocó el turno a María, una jovencita del lugar de ojos rasgados y hermosa cola de caballo. Su especialidad eran las risas.

Ya de mayor, tras convertirse en un respetable contable y eficiente tecnócrata que ocupa sus horas en recibir a sus compañeros de juegos y hasta, en alguna ocasión, a su antigua profesora de matemáticas, no puede dejar de preguntarse cuándo fue que la vida dejó de rasgar el viento con su cola de caballo; por qué motivo las mariposas fueron apedreadas de forma tan risueña; cómo llegó a perderse el infinito, la promesa de un atardecer de colores Alpino.

martes, 26 de febrero de 2008

Verdadera naturaleza

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Cuando era niña le gustaba morderse los labios hasta provocarse llagas; las uñas hasta el límite mismo de rompérselas; los dedos hasta hacerlos sangrar.

Ahora que es ya mayor le gusta pintarse los labios para redefinirlos; las uñas para aumentarlas; los dedos, de negro tiznado, para devolverlos a su verdadera naturaleza de bruja piruja.

jueves, 21 de febrero de 2008

Meme de las palabras raras

Maripuchi, en un despliegue de actividad insaciable (debe de ser, ahora mismo, quien más memes hace y deshace dentro de la blogosfera), me ha mandado uno de letras, curioso y divertido donde los haya. Según aclaración de Mari, «esta vez, hay que buscar en Google cinco palabras raras para ver cuántas veces aparecen en este blog. Para ello, se abre Google y se escribe “palabra site:www.misitio.com”».
Lo dicho.
Una servidora, que es muy obsesiva, ha sentido curiosidad por muchísimas palabras. Vean, vean: .
Resultados:
1. Mega: 120.
2. Micro: 12. (Lógico que se le cayera el 0)
3. Microrrelato: 131.
4. Acaso: ¡125!
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Lo anterior me ha llevado a buscar otros sinónimos y términos parecidos, a saber:
1. Quizá: 13.
2. Quizás: 4.
3. Tal vez: 24.
4. A lo mejor: ¡42!
5. Duda: 33.
6. Incertidumbre: 1.
7. En fin: ¡80!
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Aunque se trataba de proponer tan sólo cinco palabras raras, me he quedado enganchada buscando las voces más inverosímiles y caprichosas que mi mente, no menos caprichosa, tenía a bien recordar. Por supuesto, he sacado las conclusiones pertinentes.
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Y como despedida: cuatro (no, cinco) más:
1. Sueño: ¡8!
2. Memoria: ¡6!
3. Olvido: ¡5!
4. Amor: 133.
5. Muerte: 21.
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PS: Se lo paso a quien quiera recogerlo (al mundo mundial); en realidad, a todo aquel que esté dispuesto a llevarse una sorpresa (¡o un susto!)

sábado, 9 de febrero de 2008

El ángel de L'Orangerie

Para Juan Eduardo Zúñiga
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Las manos un poco vueltas hacia atrás, como escondiendo la corona de laurel que seguía sujetando; los pies absolutamente humanos, y desnudos, como la mirada. Así mismo la descubrió aquella primera vez en que andaba paseando, distraído, por los jardines versallescos del Palacio de Sanssouci, en las afueras de Potsdam, liberado -al fin- de sus preocupaciones de trabajo.
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Le bastó divisarla a lo lejos para saber que nada había cambiado. Aunque la estatua seguía tan bella como siempre, no pudo evitar sentir cierta desazón ante el abandono en que se hallaba. No entendía por qué los conservadores del parque la habían descuidado tanto. De proponérselo, podrían haberle limpiado de impurezas su fina piel de bronce, su rostro y mirada melancólica. Únicamente aquel pie delicado mantenía su juventud, como si no hubiera cejado un momento en el empeño por alcanzar el suelo.
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Ya cuando estaba a punto de marcharse, pudo apreciar que las demás esculturas que rodeaban el estanque, dos a cada lado, permanecían intactas, casi relucientes en comparación con el ángel. Y entonces lo supo. Sólo el tiempo, sus estragos, se había compadecido de ellos. No era casualidad, pues, que ambos compartieran un mismo corazón envejecido. De bronce puro, por más señas.
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Hermosa vida que pasó y parece
ya no pasar…
Desde este instante, ahondo
sueños en la memoria: se estremece
la eternidad del tiempo allá en el fondo.
Y de repente un remolino crece
que me arrastra sorbido hacia un trasfondo
de sima, donde va, precipitado,
para siempre sumiéndose el pasado.


Jaime Gil de Biedma, "Recuerda"